“Hoy vamos a discutir el fascismo”. Rainer Wegner observa a su clase. Los alumnos muestran indiferencia ante ese tema, mil veces mencionado en su país. “¿Para qué estudiar algo que no volverá a pasar?”, se preguntan. Rainer tampoco está contento. Él es un profe enrollado. Él es un viejo rockero.Él quiere hablar de anarquía. Rainer toma aire y propone un juego: “¿Creéis que en Alemania es imposible que vuelva a haber una dictadura? Yo os demostraré que estáis equivocados”.

1967, Instituto de Palo Alto (California). Un profesor hizo un experimento que se le fue de las manos. Cuarenta años después, Dennis Gansel recrea esa historia en la gran pantalla. El popular, doña perfecta, el graciosillo y el inadaptado ocupan cuatro de las sillas del aula. De pie, frente a ellos, el profesor juega a ser el líder de una dictadura. Comienza el simulacro. Lo primero es que los alumnos aprendan las ideas básicas de la autocracia, saber quién manda. El siguiente paso es elegir algo que los diferencie del resto; un uniforme, un saludo, un nombre al que proteger. En cinco días, el inofensivo juego se convierte en una pesadilla de la que no pueden salir: la Ola.

Hacer la Ola

La película es demasiado increíble para ser verdad, pero más imprudente sería pensar que es imposible. Nuestra vida diaria es un ejercicio continuo de identificación grupal. El fascismo es ese esfuerzo llevado al extremo. En el fondo, la película es más que una lección histórica. Los alumnos representan a cualquier joven actual, sin valores éticos ni preocupaciones económicas. Y bajo ese disfraz impuesto y prejuzgado se esconde un ser incomprendido y desmotivado. Alguien que defendería un régimen que acabara con sus inseguridades. Y el sentimiento de pertenencia es la mayor trampa.

Algunos componentes de la Ola la rechazan porque su individualidad se ve amenazada cuando no pueden elegir su ropa, gastar sus bromas habituales o ser el centro de atención. Otros la siguen ciegamente dada la situación de desamparo familiar en la que se encuentran. Los personajes parecen demasiado estereotipados para existir. Pero no. Son gente real. Con chicos así fuimos al colegio, y con alguno probablemente nos sentimos identificados. Ron convierte la clase en un escenario para explicar el absorbente poder de la autocracia, pero cuando salen del aula nadie se desprende de su papel. La obra de teatro se ha convertido en su vida real.

No hay que irse hasta Alemania para entender esta historia. “Las Olas” no son más que creadoras de vínculos y pueden reflejarse en cualquier cosa. Es el uniforme de nuestro trabajo o el choque especial con un colega. Es ese grupo de amigos que jamás olvidarás, una especie de “club de los poetas muertos”, la razón amada y peligrosa de la existencia. La Ola es la necesidad del hombre de encontrar un sitio en la vida.

4 Comentarios en “¿Creéis imposible que vuelva una dictadura?”

  1. Bravo!

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  2. Has descrito perfectamente el sentido que tenemos del sentimiento de grupo, de la integración; pero al final siempre hay algún valiente que se atreve a decir NO!

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  3. Un análisis muy sensato.

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  4. Una de las cosas que más me hizo pensar en esta película, es que, precisamente la gente mediocre, es la que más despunta en el movimiento. En un grupo donde lo que prima es seguir ciegamente la norma, sin cuestionarse las razones, los mediocres encuentran su perfecto acomodo.

    Enhorabuena! Me gusta mucho leerte

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